Los delitos imprudentes surgen cuando una persona actúa de manera negligente, sin la intención de causar daño, pero con una falta de previsión o cuidado. También pueden cometerse por omisión, es decir, cuando alguien no cumple con una obligación exigible, resultando igualmente en un daño. Por tanto, estos delitos pueden cometerse tanto por una acción activa como por la inacción, y siempre son evaluados dentro del ámbito del derecho penal.
Una característica clave de los delitos imprudentes es que, a diferencia de los delitos dolosos, no hay una intención maliciosa detrás de la conducta. Sin embargo, sí se puede establecer una relación de causalidad directa entre la conducta o la omisión y el daño causado a una tercera persona.
Actualmente, el derecho penal distingue entre imprudencia grave e imprudencia leve. La diferencia principal radica en el grado de negligencia, la previsibilidad del daño y el incumplimiento del deber de diligencia. Cabe destacar que lo que determina la gravedad de la imprudencia no es el resultado lesivo, sino la conducta misma y el nivel de cuidado que se esperaría en la situación concreta.
Un ejemplo clásico de delito imprudente lo encontramos en los accidentes de tráfico. Si una persona conduce bajo los efectos del alcohol o drogas, o de forma temeraria, y causa un accidente, se considerará imprudencia grave. En cambio, si la infracción es menos grave, como no respetar una señal de tráfico, se podría calificar como imprudencia leve. Otro ejemplo común sería el de un médico que, por falta de cuidado durante una intervención, provoca un daño en su paciente.
En caso de verse implicado en un delito imprudente, ya sea como responsable o como víctima, es fundamental buscar asesoramiento legal especializado en derecho penal. Si necesitas ayuda, no dudes en contactar con Alonso y Asociados. Somos un equipo multidisciplinar, especialistas en Derecho Penal.